miércoles, 3 de junio de 2009

Camaron de la isla

Camarón de la Isla, José Monge Cruz de cristiano, ha sido el último gran suceso del flamenco: Mil años pasarán sin que otro igual salga, dicen muchos de sus coetáneos. Su entierro fue lisa y llanamente una pasada, asombro de políticos, envidia de bien pensantes. En un país con alma de portera, y con los media pisando a fondo en la carrera de los números, los rankings y los shares, que Camarón estuviera enfermo, que incluso malnacidos quisieran verlo padecer el SIDA, era un buen pan para unas buenas tortas. Sin embargo el isleño se fue sin alboroto: "Omaíta, qué es esto que tengo".

Camarón tenía un cáncer de pulmón, consecuencia del destino y de una vida quizá no muy saludable, pero Camarón ha dejado una huella en el flamenco que crece por minutos.

No le dieron la llave de oro del cante, no llegaron a tiempo, pero el ha hecho, en los últimos tiempos, mas por el cante que todos los expertos juntos con sus libros y sus conferencias.

Es curioso, porque si se analizan los datos oficiales de ventas -en los que ni por asomo figuran las cintas de carretera, verdadero filón de ventas que nadie se ha encargado de poner en orden por aquello de "es muy poco el dinero que dejan", si se analizan los números se ve que Camarón es un artista muy minoritario, con discos históricos -La leyenda del tiempo por ej. sólo cifra en ventas en julio del 92 unos cinco mil ejemplares. Y esto no es compatible con el hecho sabido de que Camarón llegó a tener un caché elevado, llegó a los 3 millones, lo cual es una suma fuerte para un artista solo, el guitarra era pagado aparte. Y ello es porque, aunque la entrada fuera elevada era seguido, especialmente por los gitanos, cuyo instinto musical es el juez final y supremo del flamenco.

La muerte de Camarón, en fin, sobrecogió al país, el corazón de la gente caminante y la despedida tuvo el olor de la de Bienvenida.

Por encima de todo, el gran mérito de Camarón es artístico, sobre todo en sus grabaciones, que es al fin y al cabo lo que el pueblo escucha. Asistir a sus conciertos en la época de los 80 era mas una liturgia que algo conforme a los cánones mas ancestrales del cante. No por él, que solía situarse de forma tímida, sino por la gente. Daba igual que estuviera bien o mal, con frecuencia acortaba el recital, o no acababa de romper, o se hacía esperar mas de la cuenta.

"Vamos a cantar un poquito por alegrías y luego por lo que ustedes quieran". Ese era, invariablemente, el soniquete de Camarón al comenzar sus cantes. Paco de Lucía, el gran guitarrista, decía que tenía que estar, siempre, muy concentrado porque José Monge era una caudal permanente de inspiración. Para quienes no hayan tenido la fortuna de escucharle en directo quedaron dos joyas grabadas, y cuidadas por la técnica, empalmando incluso diferentes conciertos. En dichas grabaciones Camarón supera a sus propios discos.

La rebeldía de Camarón comienza desde muy joven, él no quiso permanecer tiempo en las ventas gaditanas, mendigando unas monedas y recibiendo algún desprecio: la relación con Caracol es harto significativa.

Supo aprender de los viejos, la admiración de Perla de Cádiz es elocuente: me ha cogido los cantes y los ha puesto por encima, supo dejarse llevar: "como tú lo veas, Paco", era una forma corriente de zanjar posibles polémicas artísticas.

Y, además creador, "donde unos metían un ay yo miraba la forma de meter tres". Unido todo ello a un fuerte carisma personal, a una dulzura muy gaditana y a su pertenencia a una raza milenaria siempre nómada y perseguida, Camarón conforma el momento cumbre del flamenco del final de milenio, hay hoyo que cavar. Al tiempo.

2 comentarios:

  1. Yo he sido siempre un admirador de Camarón. Algunas canciones suyas me emocionan. Me alegro de encontrarte en la blogosfera.

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  2. Camarón está vivooooooo. Dice una canción de Los Mojinos escocios.

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